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Es Mexico un aliado de los EEUU

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Mensaje por Charlie319 Mar Mayo 07, 2013 4:07 pm

Un poco de trasfondo:


1947: El tratado de rio entre Estados Unidos y latinoamerica



domingo, junio 03, 2012 | Etiquetas: America, Siglo XX del año 1901 al 2000 |
<p>

Es Mexico un aliado de los EEUU Firma+del+tratado+de+rio+janeiro
Los Estados Unidos nacieron al mundo como colonia independizada de la metrópoli. Es natural, pues, que fuera anticolonialista por principio. Sin embargo, el crecimiento de su poder económico y militar tenía necesariamente que otorgarle inclinaciones imperialistas.


La guerra que ganaron a España en 1898 los convirtieron en una suerte de potencia colonial de corte tradicional en Cuba y en Filipinas. Y su expansión comercial hizo de ellos un competidor de los tradicionales imperios coloniales europeos, especialmente el británico, en Extremo Oriente y en Latinoamérica.



Allí, los Estados Unidos sucedieron a los ingleses en el tipo de colonialismo que éstos habían venido ejerciendo en las antiguas posesiones españolas y portuguesas, de forma que se respetaba su independencia formal pero se establecían lazos comerciales que de facto sometían a las repúblicas latinoamericanas a cierta dependencia comercial. Los estadounidenses no fueron más considerados que los británicos, se arrogaron incluso el papel de policía continental, ahogando desórdenes y obligando a los Estados a cumplir sus obligaciones financieras y comerciales con las compañías privadas norteamericanas.


La llegada de Roosevelt a la Casa Blanca en 1933 mejoró las cosas gracias a su política de Buena Vecindad, en parte obligada por la llegada de Hitler al poder, en ese mismo año. La nueva Alemania se reactivó como potencia comercial. En Latinoamérica vivían un millón de alemanes, en su mayoría empresarios, y existía en Washington el fundado temor de que los germanos pudieran hacerse con parte de la tarta comercial que hasta ese momento habían disfrutado los estadounidenses.


La política de Roosevelt dio resultado. Los Estados Unidos conservaron los lazos comerciales con Latinoamérica, y cuando –en diciembre de 1941– fueron atacados por los japoneses y los alemanes les declararon la guerra, toda América se puso de su lado: de hecho, todas las repúblicas latinoamericanas declararon, antes o después, la guerra a Alemania. En su mayor parte se trató de apoyos morales, pero Brasil y México llegaron a enviar tropas, y el primero autorizó a los norteamericanos el empleo de la estratégica base de Natal, en el extremo más oriental de América del Sur.


Así pues, en la inmediata posguerra la posición de los Estados Unidos en el hemisferio era privilegiada. Su gran necesidad de materias primas durante el conflicto hizo que los lazos económicos con la mayoría de los países al sur de Río Bravo se estrecharan. La guerra además borró todo rastro de la presencia comercial británica y alemana.


El único lugar donde los Estados Unidos no eran bien vistos era Argentina.


Había razones de todo tipo para este desencuentro. Siendo Argentina un país integrado por una masa de inmigrantes europeos sin apenas población indígena, es fácil que se sintiera más próxima a las naciones de donde procedía la mayoría de sus habitantes, Alemania, Italia y España. Pero, sobre todo, importa el hecho de que la economía argentina no era complementaria de la de los Estados Unidos, sino que más bien competía con ella. Además, su ejército tenía inclinaciones fascistas y dio un golpe de estado en 1943. Los Estados Unidos y el resto de países latinoamericanos, con México a la cabeza, boicotearon al nuevo Gobierno, pero las presiones fueron insuficientes para derrocar al régimen militar.

El Tratado de Río. La nueva versión de la Doctrina Monroe
Conforme se aproximó el final de la guerra, se fue haciendo necesario diseñar las relaciones de la superpotencia americana con el resto de países del hemisferio occidental. En el nuevo orden mundial no cabían los viejos imperios coloniales, pero tampoco las antiguas estructuras de dominio comercial.


Roosevelt diseñó un nuevo esquema basado en el viejo sueño wilsoniano de la Sociedad de Naciones. Ya no sería posible basar la política exterior en las negociaciones diplomáticas secretas, el equilibrio de poder y las esferas de influencia.


Los conflictos se resolverían pacíficamente. Lo novedoso en Roosevelt respecto al programa de Wilson al final de la Primera Guerra Mundial fue la introducción de un elemento de realismo político, los Cuatro Policías (Estados Unidos, Gran Bretaña, China y la URSS), que se ocuparían de velar por la paz y castigar a los que la perturbaran. En este cuadro no había mucho espacio para la Doctrina Monroe. Si nadie iba a tener ya esferas de influencia, Estados Unidos no podía pretender reservarse para sí el continente americano.


La idea de renunciar a la doctrina Monroe no gustó en el Departamento de Estado. Así que sus funcionarios se pusieron a trabajar para resolver el problema.


La solución fue la de introducir en la carta fundacional de las Naciones Unidas la posibilidad de que existieran organizaciones de seguridad regional. Ese fue finalmente el contenido del famoso artículo 51, que se introdujo en la Carta durante la Conferencia de San Francisco (1946). Ese artículo ha servido para crear un sinfín de organizaciones (entre otras, la OTAN) que desmienten el sistema originario de seguridad mundial vigilada por los Cuatro Policías, que terminaron siendo cinco por la incorporación a última hora de Francia. Pero el 51 nació para dar carta de naturaleza al Tratado de Río, que firmó la práctica totalidad de los Estados americanos.

Tratado Interamericano de Asistencia Recíproca (TIAR), también llamado Tratado de Río, es un pacto de defensa mutua interamericano firmado el 2 de septiembre de 1947 en Río de Janeiro. El área geográfica de acción del tratado, comprende a América y 300 millas a partir de la costa, incluyendo la región entre Alaska, Groenlandia, en el norte, y en la zona ártica hasta las islas Aleutianas. En el sur las regiones antárticas, y los islotes de San Pedro y San Pablo y la Isla de Trinidad .

<BLOCKQUOTE class=tr_bq>Según el artículo 3.1 en caso de (...) un ataque armado por cualquier Estado contra un Estado Americano, será considerado como un ataque contra todos los Estados Americanos, y en consecuencia, cada una de las Partes Contratantes se compromete a ayudar a hacer frente al ataque en ejercicio del derecho inmanente de legítima defensa individual o colectiva .</BLOCKQUOTE>


Se trata del primer tratado de su especie después de la Segunda Guerra Mundial. La firma del Tratado del Atlántico Norte corresponde a 1949, o sea, la típica alianza defensiva.


Sabemos que la OTAN no fue un invento de los Estados Unidos para controlar Europa, sino una idea de los europeos para protegerse de la URSS. Pero el Tratado de Río sí fue una idea estadounidense para controlar el hemisferio occidental. La prueba es que, mientras la OTAN tuvo que superar el grave escollo del aislacionismo del Partido Republicano y de parte del demócrata, Río no tuvo el menor problema para ser ratificado. Y si su firma se retrasó algo fue por resolver el problema planteado por Argentina.


La República Austral había declarado la guerra a Alemania, pero sólo unos meses antes de la rendición del Reich. La URSS, de hecho, vetó su acceso a las Naciones Unidas. Los norteamericanos lograron que fuera admitida, pero a cambio la URSS obtuvo que sus repúblicas de Bielorrusia y Ucrania tuvieran un voto cada una, como si fueran países independientes. Este gesto fue apreciado en Buenos Aires. Luego, el recrudecimiento de las tensiones entre la URSS y los Estados Unidos hizo el resto.


Como pasó con Franco unos años más tarde, el visceral anticomunismo del general Perón permitió que se superaran todos los obstáculos.


Todo esto explica la política de los Estados Unidos respecto de su hemisferio, pero no termina de aclarar por qué Latinoamérica en bloque se entregó a la tutela del gigante norteamericano.

Las razones de Latinoamérica
Durante la guerra, los países latinoamericanos exportaron buena parte de su producción de materias primas a los Estados Unidos, y que sus compradores europeos dejaron de serlo. El final del conflicto implicó también la reducción drástica de pedidos. Latinoamérica se había quedado con un solo cliente, que era muy rico y que pagaba al contado, pero que no dejaba de ser uno solo. La esperanza de estos países era que, en la posguerra, los Estados Unidos siguieran siendo el carro que tirara de sus atrasadas economías. Y, de hecho, pidieron ser tratados como Europa Occidental, con un paralelo Plan Marshall que les ayudara a salir del atraso. Les fue negado por Truman con el irrebatible argumento de que el Marshall estaba pensado para países arrasados por la guerra y que Latinoamérica no la había padecido, más bien se había beneficiado de ella.


Pero el problema no era sólo económico. Durante el período de entreguerras el comunismo había arraigado en buena parte de Latinoamérica. La Comintern, hasta su disolución –en plena contienda–, se había preocupado de vigilar su ortodoxia, y la URSS tenía en el continente numerosas legaciones diplomáticas. Las elites latinoamericanas consideraban el movimiento una amenaza directa a sus privilegios, además de peligrosamente subversivo. A tal efecto, estimaron que la protección de la poderosa superpotencia del norte era esencial, por eso firmaron el Tratado de Río.

La miopía norteamericana
Durante la guerra, el Departamento de Estado mostró su preocupación por la expansión del comunismo en el continente. Pero la doctrina oficial de la Administración Roosevelt era que las relaciones con la URSS eran buenas y que el comunismo no entrañaba peligro alguno.


Al finalizar el conflicto los movimientos comunistas seguían allí, en toda Latinoamérica. Es cierto que Truman no era tan optimista como Roosevelt acerca de las intenciones de Stalin. Pero también lo es que los análisis, en esencia correctos, de George Kennan le convencieron de que Stalin no tenía intención de extender la revolución al hemisferio occidental.


El diplomático norteamericano destinado en la embajada de Moscú creía que la prioridad del Stalin de la posguerra era asegurarse alrededor de la URSS un espacio de seguridad, antes que dedicarse a apoyar a cualquier movimiento comunista que surgiera en cualquier lugar del mundo. Que su pensamiento era ése lo demostraba la política de apoyo al Kuomintang, a cambio de Mongolia y de Manchuria, en perjuicio del Partido Comunista Chino.


Sin embargo, Truman no se dio cuenta de que eso no significaba renunciar a largo plazo a la revolución universal. Stalin, como buen marxista-leninista, estaba convencido de que el comunismo sólo sobreviviría si se extendía a todo el mundo: de no hacerlo, las potencias capitalistas, tarde o temprano, tratarían de sofocarlo allí donde hubiera triunfado. No arriesgaría la posición de la URSS por extender el comunismo a Grecia, Francia o Italia, y mucho menos por verlo hacerse con el poder en el hemisferio occidental.


Pero cuando la URSS hubiera afianzado sus posiciones e igualado el poderío nuclear norteamericano, haría lo posible por extender la revolución comunista, especialmente en los lugares más inclinados a ello. Latinoamérica sería uno de ellos.


Truman llegó a Río a firmar el tratado muy poco después de haber proclamado su doctrina. Los Gobiernos latinoamericanos lo recibieron creyendo que se les podría aplicar también a ellos y que eran, por tanto, titulares de toda la ayuda económica que los Estados Unidos pudieran prestarles para defenderse del peligro comunista. Truman equivocadamente creyó que tal peligro no existía sin comprender que no era tanto que no existiera... como que no era inminente.


Cuando, en los años cincuenta, la URSS estuvo en disposición de promover la revolución comunista por todo el continente en un terreno especialmente abonado, gracias no sólo al abandono de Washington, sino a la torpeza de las elites latinoamericanas, fue demasiado tarde.


Entonces no hubo más remedio que emplearse a fondo e intervenir militarmente o apoyar regímenes abominables. Al final, la Guerra Fría se ganó, pero Latinoamérica y los Estados Unidos todavía están pagando los errores cometidos al final de la década de los cuarenta.


Ahí está sobre todo Cuba para atestiguarlo, pero no hay que olvidar los regímenes que padecen Venezuela, Ecuador, Bolivia o –ahora– Perú. Es lo que podría llamarse una historia de ocasiones perdidas.
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Mensaje por Charlie319 Mar Mayo 07, 2013 4:27 pm

Seguido de la salida de Mexico del Tratado de Rio, y el porque:

http://www.oas.org/OASpage/press2002/sp/a%C3%B1o99/a%C3%B1o2001/sept01/090701-189.htm

(C-189/01)
Septiembre 7, 2001

MEXICO ANUNCIA EN LA OEA SU POSIBLE RETIRO DEL TRATADO
INTERAMERICANO DE ASISTENCIA RECIPROCA (TIAR)
El Presidente de México, Vicente Fox, anunció hoy en la Organización de los Estados Americanos (OEA) que ha iniciado consultas para que su país se retire del Tratado Interamericano de Asistencia Recíproca (TIAR). "En un plazo no mayor a sesenta días tomaré una determinación final al respecto", enfatizó.
El mandatario mexicano, quien pronunció un discurso en la sede de la OEA, sostuvo que el Tratado de Río "no sólo representa hoy un caso grave de obsolescencia e inutilidad, sino que ha impedido, en contra de sus propósitos, la generación de una idea de seguridad adecuada a los alcances y necesidades del hemisferio". Citó el conflicto en las Islas Malvinas en 1982 como la prueba de fuego que "demostró el fracaso del TIAR".
El Presidente Fox explicó que el propósito de dicha medida es promover la edificación de una nueva estructura de seguridad regional que tendrá que surgir del examen conjunto de las amenazas actuales y potenciales a las naciones del hemisferio. "México se propone, por tanto, ser un actor principal en la discusión de un nuevo sistema de seguridad que fortalezca la unidad de nuestra región y, al mismo tiempo, nos permita identificar y enfrentar las verdaderas amenazas que nos acechan", señaló.
La consolidación de la democracia y el respeto a los derechos humanos fueron también mencionados por el Presidente Fox como dos temas prioritarios de su gobierno, afirmando que su país se ha sumado al proceso encaminado a fortalecer y ampliar el proyecto de Carta Democrática Interamericana, que será discutido en Lima la próxima semana. "Reitero mi convicción de que la ruptura del orden democrático en alguno de nuestros Estados es un obstáculo para su participación en el proceso de Cumbres de las Américas, así como en otros mecanismos de concertación regional", agregó.
El mandatario mexicano destacó, por otro lado, el amplio respaldo de los gobernantes centroamericanos al Plan Puebla-Panamá, una iniciativa mexicana para impulsar el desarrollo centroamericano, y dijo que el mecanismo de evaluación multilateral antidrogas de la OEA, es "un ejemplo del tipo de instrumentos que debemos desarrollar para atender los verdaderos problemas de seguridad que enfrentamos".
El TIAR, o Tratado de Río, fue suscrito durante la Conferencia Interamericana para el Mantenimiento de la Paz y la Seguridad del Continente, efectuada en Río de Janeiro, Brasil, en 1947 con el propósito de prevenir y reprimir las amenazas y los actos de agresión contra cualquiera de los países de América.
Al dar la bienvenida al Presidente Fox a la sede de la OEA, el Secretario General, César Gaviria, destacó "el papel central de México en el desarrollo de un proceso de integración que nos debe unir a todos los americanos", agregando que "su empeño por forjar con Estados Unidos una política migratoria ambiciosa y sin antecedentes es también elemento fundamental de integración".
Al hacer mención al "vigoroso" apoyo del gobierno mexicano a la Carta Democrática Interamericana que será adoptada en Lima, el Secretario General sostuvo que ésta "entraña esa intensa convicción que todos poseemos de que la democracia en nuestras naciones sea más que elecciones libres y transparentes".
Hizo mención, igualmente, al "fundamental papel de México en la construcción de un sistema multilateral de instituciones que nos ayude a resolver conflictos, a generar acción colectiva para avanzar en la ampliada y fortalecida agenda hemisférica, a enfrentar los problemas que afectan nuestras democracias
Vemos entonces a un Mexico que buscaba ser mas protagonico... Esto previo a el ataque del 9/11... Tras lo cual, se da la salida oficial de Mexico en octubre del 2002:

Carlos Malamud
ARI Nº 60-2002 - 26.9.2002
El 6 de octubre pasado México formalizó su retirada del TIAR, la réplica hemisférica de la OTAN. El acto se concretó al notificar el embajador de México en la Organización de Estados Americanos (OEA), Miguel Ruiz Cabañas, al Secretario General de la Organización, el colombiano César Gaviria, la denuncia del tratado. La separación se consumará en un plazo de dos años, momento en el cual México se alejará definitivamente del actual esquema defensivo panamericano, existente desde 1947. Juan José Bremer, embajador de México en Washington y ex embajador en España, tuvo la parte más ingrata del trabajo, ya que la noche anterior se reunió con Otto Reich, Subsecretario de Estado para Asuntos Hemisféricos, y con John Maisto, del Consejo de Seguridad Nacional, para transmitirles, e intentar explicarles, la decisión presidencial.
Mientras la OEA optó por no pronunciarse sobre la decisión mexicana, el Departamento de Estado manifestó su decepción en un comunicado “por la decisión de México de renunciar a participar del Tratado de Río”, al entender que éste “sigue siendo una herramienta vital para asegurar la seguridad hemisférica”. Otras fuentes del gobierno de Washington, amparadas en el anonimato, fueron menos diplomáticas y calificaron el hecho de “muy desafortunado”. La frustración de la Administración Bush, agudizada por la cancelación de una vista a Tejas el pasado agosto por la ejecución de un mexicano, fue mayor al haberse producido la denuncia del Tratado en vísperas del primer aniversario del 11-S. Para colmo de males, los despechos al poderoso vecino del Norte fueron en aumento, ya que México fue el único país del Consejo de Seguridad que no envió a su ministro de Exteriores a los actos de la ONU en conmemoración del primer aniversario de los atentados terroristas. La guinda llegó unos días después, cuando, aduciendo motivos presupuestarios, el gobierno federal mexicano canceló los festejos del día de la independencia en Washington y Nueva York. Medidas similares se adoptaron en París y La Habana, aunque en este último caso los problemas son diferentes y se relacionan con el duro enfrentamiento entre el embajador mexicano en la isla, Ricardo Pascoe, militante del PRD, y el canciller Castañeda. Es evidente que el trasfondo de esto último se relaciona con el contencioso entre Fidel Castro y Vicente Fox y la actitud de los dos principales partidos de la oposición, PRI y PRD, muy comprensiva con la postura cubana.




Los argumentos para la salida
El 7 de septiembre de 2001, el presidente Fox explicó en el Consejo Permanente de la OEA que el TIAR era un “caso grave de obsolescencia e inutilidad” y “una reliquia de la Guerra Fría”. El mismo tratado “ha impedido, en contra de sus propósitos, la generación de una idea de seguridad adecuada a los alcances y necesidades del hemisferio”, ya que “los instrumentos diseñados en el pasado y concebidos para otras condiciones, han sido rebasados por los hechos”. Por eso, América Latina no necesita una alianza militar, al ser sus mayores enemigos el atraso económico y la extrema pobreza. Para Fox, el TIAR fue superado por un sistema global en el cual los países no son sólo vulnerables por razones puramente militares o ideológicas, sino también por un conjunto de nuevas amenazas. Así, se requiere “una estructura de seguridad multidimensional y moderna, que responda a las necesidades efectivas del hemisferio americano”. Los brutales atentados realizados cuatro días después y la iniciativa brasileña en invocar el TIAR en apoyo de EEUU hicieron pensar a muchos analistas que los mexicanos abandonarían esta iniciativa, una creencia desmentida el 6 de septiembre de este año. De todas formas, como señaló el investigador mexicano Jorge Luis Sierra, “e
l anuncio que hizo el gobierno de Vicente Fox sobre el retiro de México del TIAR es consistente con la posición sistemática de los gobiernos mexicanos anteriores ante la Comisión de Seguridad Hemisférica de la OEA”.
La III Cumbre de las Américas, celebrada en Québec, acordó convocar una Conferencia Especial de Seguridad para revisar la situación del Hemisferio Occidental a la vista de los cambios estratégicos producidos en el mundo. México se ofreció para organizar la Conferencia en mayo de 2003, una propuesta aceptada por la Asamblea General de la OEA de junio pasado. Entonces se decidió apostar por una concepción multidimensional de la seguridad hemisférica. Una nota oficial de la Secretaría (Ministerio) mexicana de Relaciones Exteriores (SRE), hecha pública el mismo 6 de septiembre, dice que: “al separarse del TIAR, [México] queda en mejores condiciones de atender los trabajos encaminados a delinear un nuevo esquema de seguridad, que recoja el amplio espectro de requerimientos y percepciones de una región extraordinariamente diversa en esta materia”. De este modo, el gobierno mexicano “reitera su decisión de desempeñar un papel central en la construcción y codificación de la nueva arquitectura internacional y de los factores de seguridad que la sustentan”.
Por todo esto, prosigue la nota de la SRE, “México buscará privilegiar un enfoque multidimensional de la seguridad, en la que destacan la superación de la pobreza extrema y la desigualdad social; la protección de la salud pública frente a casos como el Sida y otras pandemias; la prevención de calamidades y desastres naturales; el combate al crimen transnacional organizado –particularmente el narcotráfico-; la lucha frontal contra el terrorismo internacional; la acción concertada frente a las crisis económicas, y la preservación del entorno ecológico del hemisferio. Igualmente, en ese enfoque se deberá contemplar una articulación moderna y actualizada de respuestas a las amenazas de corte militar”. Yendo un poco más allá de la nota oficial, el periódico mexicano La Jornada, caracterizado por sus simpatías zapatistas, cita equívocamente a la SRE, señalando que México busca “privilegiar un enfoque multidimensional y civil (sic) de la seguridad” en América.
Más allá de las explicaciones del gabinete de Castañeda, surgen varias preguntas relacionadas con la forma, el modo y el tempo de la denuncia mexicana del TIAR. ¿Por qué México decidió actuar unilateralmente en vez de esperar a la Conferencia Especial de Seguridad o en vez de concertar una acción conjunta con otros países de la región, como Brasil, Chile o Argentina, que en el pasado se habían mostrado críticos con el TIAR? ¿Por qué se optó por denunciar al TIAR una semana antes del primer aniversario del 11-S, en vez de hacerlo en otro momento? Muchos analistas, como Ana María Salazar, profesora del ITAM (Instituto Tecnológico Autónomo de México) y ex asesora del Departamento de Estado y de la Casa Blanca, se preguntaron por los motivos reales de México para abandonar el tratado en esos momentos y qué es lo que ganaba el gobierno haciéndolo entonces, especialmente cuando resulta poco probable que ningún país latinoamericano secunde semejante postura. Quien conozca a los mexicanos coincidirá con el juicio de Armand Peschard-Sverdrup, director del Proyecto México del Center for Strategic & Internacional Studies (CSIS): “Son muy sofisticados como para no darse cuenta de lo que han hecho. El timing es intencional. Han mandado un mensaje claro a EEUU de que negociar con México requerirá un nuevo nivel de regateo político”.
Algunas respuestas profundizan en la clave interna para explicar la renuncia como un intento del presidente por reconquistar parte de la popularidad perdida en los últimos meses y para posicionarse mejor de cara a algunas de las reformas que debe aprobar el Parlamento. Andrés Oppenheimer apunta dos teorías posibles sobre los motivos mexicanos. La primera incide en el temor de Fox a que un posible ataque contra Irak lo lleve a un difícil debate interno sobre si respaldar la ofensiva militar de Bush, y que “haya querido salirse del tratado con la ilusión de salirse del problema”. La otra teoría es que el ministro Castañeda, atacado por la oposición parlamentaria por su política de derechos humanos en Cuba, que debe comparecer ante el Parlamento en los próximos días, “haya querido calmar los ánimos de sus críticos con una demostración de independencia de EEUU”. Por su parte, ciertas fuentes diplomáticas cercanas a la OEA insisten en que la renuncia mexicana responde a la actitud norteamericana de poner sordina a la Cumbre de seguridad de 2003 y al protagonismo que en la misma buscaba el gobierno del presidente Fox.
El comentarista mexicano F. Bartolomé señala que la denuncia del TIAR "complicará las cosas al canciller Jorge Castañeda" y tras manifestar que todo parece producto de "un enfrentamiento directo con el gobierno de George W. Bush" se pregunta por el monto de la factura que Fox deberá pagar por su bravata. Una de las razones del enfrentamiento podría ser la frustración mexicana ante el punto muerto en que se encuentran las negociaciones entre ambos gobiernos para legalizar a los más de 3,5 millones de mexicanos que viven ilegalmente en EEUU. Los atentados del 11-S no sólo llevaron a América Latina a una posición secundaria en las prioridades internacionales, sino también postergaron sine die unas negociaciones que parecían muy bien encaminadas. Para George Grayson, con su declaración, "la administración Fox quiso darle a la administración Bush un codazo en las costillas para hacerle saber que México no olvida".




Pasado y futuro del TIAR
El TIAR fue creado en 1947, como consecuencia de los diferentes esquemas defensivos implementados tras la Segunda Guerra Mundial y su principal objetivo era garantizar la seguridad del continente americano. En él se defiende el principio de no intervención en los asuntos internos de los países signatarios y la solidaridad hemisférica en caso de que alguno de los miembros sea atacado desde el exterior. El tratado fue invocado desde su creación en veinte oportunidades, siendo la última la provocada por los atentados del 11-S, a consecuencia de una iniciativa del presidente brasileño Fernando H. Cardoso, que en esa oportunidad estuvo mucho más ágil de reflejos que su colega mexicano. Se recurrió al TIAR en 1962 cuando el bloqueo a Cuba y en 1969 durante la guerra entre Honduras y El Salvador.
En 1982, durante la Guerra de las Malvinas, Argentina intentó activar el tratado, pero el apoyo dado por EEUU a Gran Bretaña frustró cualquier iniciativa de apoyo continental (tampoco hay que olvidar el apoyo chileno al gobierno de Margaret Thatcher) a la dictadura militar argentina. El episodio dejó un mal sabor de boca en muchas de las cancillerías latinoamericanas, que pensaban que el TIAR era un mero papel mojado o una herramienta sólo al servicio de EEUU. Inclusive en su discurso del año pasado, Fox señaló que
el caso Malvinas había sido la prueba de fuego que demostró el fracaso del TIAR. Tras la caída del Muro de Berlín habían aumentado las voces que, en sintonía con Fox, pensaban en la obsolescencia del Tratado. Sin embargo, y a falta de incentivos concretos y de alternativas viables, ningún gobierno decidió ir tan lejos como el mexicano. Por eso vale la pena recordar en este punto la opinión del Departamento de Estado, que sigue pensando que el TIAR todavía es “una herramienta vital para asegurar la seguridad hemisférica”. Si bien el abandono mexicano del TIAR no afecta la intensa cooperación fronteriza entre los dos países (especialmente importante en materia antiterrorista, lucha contra el narcotráfico o cuestiones migratorias) algunos analistas norteamericanos piensan que el hecho podría sentar un precedente entre otros países latinoamericanos, especialmente Brasil (ver www.stratfor.com del 9/IX/2002), aunque tal extremo es muy difícil que se produzca.
La opinión del Departamento de Estado no goza de numerosos adeptos en América Latina, si bien son pocos quienes desde posiciones de gobierno se animan a manifestar sus puntos de vista. Coincidiendo con la renuncia mexicana, dos ex cancilleres colombianos (María Emma Mejía y Diego Uribe) y uno peruano (Luis González Posadas) apoyaron la postura del presidente Fox sobre la desaparición del TIAR. Pese a todo, María Emma Mejía señaló que la liquidación del tratado no debía ser el fruto de deserciones unilaterales, sino producto de una iniciativa regional, liderada por el Grupo de Río o por la propia OEA.
Las desavenencias sobre el TIAR también se manifestaron tras los atentados del 11-S. El 14 de septiembre, Brasil intentó implementarlo en solidaridad con Estados Unidos y, al día siguiente, México convocó a los embajadores de los países miembros de la OEA para manifestar el rechazo mexicano a la aplicación del Tratado, argumentando que de los 34 países miembros de la OEA, sólo 19 eran signatarios del TIAR. La postura mexicana aumentó las reservas de la Administración Bush y de la opinión pública de EEUU acerca de la solidaridad mexicana. Pese a las objeciones del gobierno Fox, el 20 de septiembre, la OEA consideró que los atentados contra EEUU eran un ataque contra América en su conjunto y decidieron activar el TIAR. Finalmente, al día siguiente, se aprobó la resolución "Amenaza terrorista en las Américas". En este contexto habría que rescatar las palabras de Rosendo Fraga: “Más allá del debate sobre alinearse o no con Washington –que en este caso no es algo requerido-, América Latina debe plantearse a partir de la iniciativa mexicana, si frente al hecho de que la región ha perdido importancia relativa en la agenda de seguridad internacional, no es el momento de reorganizar un sistema propio, que responda a las nuevas realidades y necesidades regionales, frente a un hemisferio norte –Estados Unidos, Europa y Asia-, cuya dramática problemática lo hace estar hoy muy lejos de Latinoamérica”.
En este sentido aparece como clave la Conferencia Especial en Seguridad Hemisférica que debe celebrarse en México en mayo del año próximo. El Departamento de Estado intentará en los próximos meses “trabajar con México y otros [países] para fortalecer los arreglos de seguridad hemisférica en todos los aspectos”. La agenda de la conferencia va a estar marcada no sólo por la decisión mexicana, sino también por la delicada situación existente en Colombia y la mayor presencia de EEUU en la región andina. En una entrevista publicada por The Miami Herald, el pasado 22 de septiembre, el presidente colombiano Álvaro Uribe consideró necesario modernizar el TIAR, centrándolo en la lucha contra el terrorismo y el narcotráfico, ya que, según su punto de vista, la mayor amenaza para la región es en la actualidad la violenta oposición interna.
La actitud de la administración norteamericana en la materia comienza a ser vista con preocupación en ciertos países, especialmente en Brasil, donde algunos analistas creen que la presencia creciente de EEUU en Colombia es parte de un plan a largo plazo para tener un acceso directo a los recursos amazónicos. La respuesta brasileña pasaría por un reforzamiento de la autonomía defensiva en América del Sur. Para ello, según se publicó recientemente en El Clarín de Buenos Aires, el gobierno de Brasil habría propuesto al argentino la completa integración de los intereses de defensa. No se trata de integrar las fuerzas armadas de los dos países, sino de converger en una estrategia defensiva regional común, que tuviera como uno de sus principales objetivos mantener a los militares de EEUU fuera de la región. Esta propuesta, con pocos visos de prosperar, dada la situación de desgobierno existente en Argentina, parece pensada para ir sentando un precedente en la opinión pública de ambos países. Sin embargo, si el objetivo brasileño fuera éste, al gobierno de Brasilia no le quedaría más remedio que involucrarse de una forma más clara en los conflictos regionales, especialmente en Colombia, algo que hasta la fecha ha estado claramente fuera de sus prioridades.




Conclusiones
Tras los atentados del 11-S, EEUU cambió radicalmente sus prioridades en lo referente a política internacional. Desde entonces, América Latina dejó de ser una prioridad para el gobierno de Washington. De la acuciante agenda de problemas latinoamericanos son muy pocos los que atraen la atención de la Administración Bush. Entre estos se pueden mencionar el conflicto colombiano, la presencia (o no) de terroristas islámicos en la Triple Frontera entre Argentina, Brasil y Paraguay y el futuro del gobierno del comandante Chávez. Es evidente que la decisión de México de abandonar el TIAR, cualquiera que sean sus motivaciones, ha servido para mover el tablero, pese a que no sea secundado por otros países de la región. De cara a la Cumbre hemisférica de 2003, todos sus participantes deberían tomar buena nota y estar en condiciones de generar propuestas viables para la modernización del actual esquema de seguridad hemisférica.





Carlos Malamud
Analista Principal, área América Latina, Real Instituto Elcano






Cabe la pregunta: Es Mexico aliado de los EEUU?

Yo creo que no.
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Mensaje por Charlie319 Miér Mayo 08, 2013 1:26 pm

Interesante encuesta de Rasmunssen:



54% Think Mexico Should Compensate U.S. for Costs of Illegal Immigration



in Politics


Monday, May 06, 2013


President Obama met with Mexican President Enrique Peña Nieto late last week to discuss ways to reduce violence and drug trafficking along the border and stressed his continued support for immigration legislation that provides a pathway to citizenship for millions of illegal immigrants now in the United States. However, fewer Americans than ever view Mexico as an ally of the United States, and most still don’t believe the Mexican government wants to stop the flow of illegal immigrants.

A new Rasmussen Reports national telephone survey shows that just 30% of Americans view Mexico as an ally of the United States. Eight percent (8%) see the southern neighbor as an enemy. A bare majority (52%) thinks Mexico is somewhere in between the two. (To see survey question wording, click here.)
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